Leyendas

Fotografía Manuel Martos

Leyendas

Es habitual, que cada lugar esconda leyendas o historias ficticias, que a veces suelen ser sobrenaturales. Aquí podrás descubrir las leyendas más conocidas de Úbeda y de Baeza, que han marcado su historia y su cultura.

En Úbeda

Irse por los cerros de Úbeda

Esta leyenda se ha convertido en una expresión muy utilizada dentro y fuera de España. Cuando alguien se va por los cerros de Úbeda significa que, o bien empieza a divagar (cambia de tema sin venir a cuento) o bien, intenta evitar responder una pregunta hablando sobre otra cosa no relacionada.

Parece que el origen de esta expresión viene de un hecho histórico. Resulta que en el año 1233 hubo un importante enfrentamiento en Úbeda entre cristianos y almohades. Justo antes de que comenzara el combate, uno de los altos mandos del rey Fernando III, el Santo, Álvar Fáñez, conocido como “el Mozo” desapareció sin que nadie supiera donde había ido. Horas más tarde, una vez conquistada la ciudad y pasado el peligro, “el Mozo” reapareció y al preguntarle el rey donde había estado contestó que se había perdido “por esos cerros de Úbeda”.

Según cuenta la leyenda hay dos versiones del motivo de la pérdida, uno que había conocido en el río a una hermosa joven árabe bañándose y que pasó con ella el día, y otro, que estaba temeroso y no quería enfrentarse a la cruenta batalla.

Los juancaballos

Cuentan que en las profundas grutas de Sierra Mágina se esconden unos seres extraños conocidos como los “juancaballo”. Éstos son mitad hombre y mitad corcel y se caracterizaban porque son malignos, crueles, y se alimentaban de carne humana y les gustaba vivir bajo la luz del sol.

Durante una época, la población de Úbeda estaba tan atemorizada por sus posibles fechorías que se hizo un relieve en los contrafuertes de la fachada de la Sacra Capilla de El Salvador para exorcizar y así eliminar el miedo, y suplicar la protección a la divinidad. En realidad, ese relieve se trata de la representación de un episodio mitológico de la literatura griega: Hércules luchando contra el centauro.

Asimismo, la leyenda cuenta también, que los cazadores decidieron matarlo pero sus intentos fueron en vano. Por ello, el concejo de la ciudad ofreció recompensa a mercenarios, los cuales tampoco lo lograron. Así, el monstruo estuvo varios años aterrorizando a la población, hasta que ofrecieron a un reo de gran fortaleza que estaba condenado a muerte, perdonarle la vida y concederle la libertad si daba fin a la fiera. Finalmente, el forzudo acabó con ella y para evitar que saliera otro monstruo de su guarida, llamada la “Huerta del Caballo”, se le puso a la entrada una fuerte reja que aún hoy existe.

– El Tesoro de la Puerta de Granada
Esta puerta, que en la actualidad se conserva en perfecto estado, forma parte de la muralla árabe. Cuenta la tradición que por ella pasó Isabel la Católica en su reconquista, camino hacia el último reducto de la civilización mora, Granada.

Dice la leyenda que existe un tesoro escondido cerca de la puerta. Sólo aquél que consiga comerse una granada en el dintel de la puerta sin que se le caiga un grano al suelo será el que descubra el suntuoso tesoro.

El Cristo de los Cuatro Clavos

En la Colegiata de Santa María de los Reales Alcázares existe un Cristo ennegrecido de talla románica, que destaca por el singular arqueo de su cuerpo hacia un lado. Es el Cristo más antiguo de la ciudad y, dicen, que su edad se iguala con los milagros que sus devotos afirman ha obrado. El más conocido, aquél por el que luce ese cuerpo torcido, es el de “las escrituras de la viuda”.

En el año 1850, una mujer llamada Catalina enviudó. Por esta época era usual que el esposo, antes de morir, dejase a su mujer a cargo de algún familiar, normalmente un hermano suyo, como así ocurrió. Pero en esta ocasión, el esposo pidió a su mujer que no se casara con él.

Nada más fue enterrado, el hermano del muerto, Miguel, ya hacía proposiciones a su cuñada. La joven mujer conocía sobradamente la fama de bebedor y vividor del hermano de su difundo marido. Recordando la promesa a su esposo y pensando la vida que aquel hombre le daría, se negó enérgicamente a otras relaciones que no fueran las propias de dos cuñados. Sin embargo, Catalina tuvo que soportar el constante y pesado cortejo del hermano de su marido. Tras las continuas negaciones, por parte de Catalina, Miguel ideó un plan para obligarla a contraer matrimonio con él.

Un día, Miguel se coló en la casa de su cuñada con la intención de robarle la escritura de propiedad de la vivienda. Ésta la escondió detrás de la imagen del Cristo de los Cuatro Clavos. Seguidamente, fue al juzgado a denunciar a su cuñada, con la idea de que, al verse desahuciada y desesperada, tomase su mano en matrimonio.

Tras la denuncia, se presentó el juez con dos alguaciles en la casa de Catalina. Tras pedirle las escrituras, ésta buscó por toda la casa pero no las encontró. Cuando los alguaciles se la llevaban detenida hacia los juzgados, Catalina pidió entrar en la iglesia de San Pedro (en la cual se encontraba el Cristo y que hoy permanece cerrada), con la intención de que el Cristo de los Cuatro Clavos obrase un milagro.

Una vez frente a la imagen, mientras Catalina rezaba con la cabeza agachada, empezó a escuchar un crujir de maderas. Levantó la vista y vio cómo el cuerpo del Cristo se arqueaba hacia la derecha y dejaba caer al suelo las escrituras. Miguel se quedó mudo y, ante el miedo a la divinidad, confesó al juez lo que había hecho. Por ello, el juez ordenó su detención.

El Hospital de Santiago

Cuenta la leyenda que cuando el relieve de Santiago Matamoros, el cual se encuentra en una hornacina encima de la puerta principal del edificio, se le caiga la espada, España será invadida de nuevo por los árabes.

La mujer emparedada de la Casa de las Torres

A primeros del siglo XX, tras unas obras de rehabilitación en el sótano de la Casa de las Torres apareció una mujer emparedada. Estos restos fueron adjudicados a doña Ana de Orozco, una joven recién casada, que desapareció de la noche a la mañana a mediados del siglo XVI. Se cree que fue su marido, el anciano Andrés Dávalos, poderoso caballero de la Orden de Santiago, regidor y comendador de la ciudad, que sintiéndose traicionado y celoso, ya que Ana era una mujer muy bella, no dudó en castigar a su esposa. La vistió con hábitos de monja, le colocó un rosario en las manos y la emparedó viva.

Los Doce Leones

En la dura y larga batalla de Algeciras donde se enfrentaron moros y cristianos de Úbeda, el rey moro propone al rey cristiano que doce hombres de los dos ejércitos se batiesen en duelo. El rey cristiano aceptó el desafío y encargó a sus generales que reclutasen a los doce caballeros más valientes.

Unos días después se celebró el duelo que fue ganado con esfuerzo por los caballeros cristianos, entre los que se encontraba don Pero Gil. Es por ello, que el rey concede a Úbeda, los términos de “Muy Noble” y “Muy Leal Ciudad”, tomando desde entonces como emblema el escudo de los doce leones.

La Monja Varón

El actual Palacio Juan Vázquez de Molina fue durante una época monasterio de madres dominicas. Se dice que a las puertas de éste se encontró un capazo con un niño de pocos meses. Durante días pensaron qué podían hacer con la criatura. Pasaban los meses y no tomaban ninguna decisión. No obstante, las monjas cada día se encariñaban más con él. Por eso, un día decidieron que se quedaría en el convento, pero había un problema: no podían admitir a varones; así que lo vistieron de doncella.

Sin embargo, con la muerte de las monjas que lo acogieron, las nuevas hermanas desconocían el secreto. Un día, una de ellas, descubre sin querer, el cuerpo varonil y lo delata a la superiora. Él insiste que es una mujer, al igual que las demás. A pesar de sus ruegos y llantos y excelente comportamiento lo expulsan y lo llevan a Sabiote. Se dice que murió al poco tiempo solo en un caserón en ruinas, quizás por pena o por hambre.

El Duendecillo de la Colegiata de Santa María de los Reales Alcázares

La imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno ocupa una de las capillas de la Colegiata de Santa María de los Reales Alcázares desde 1868.

Un Viernes Santo, día en el que procesiona dicha cofradía, un niño de siete años acompañó a su padre, el cuál era costalero de dicha hermandad, a ver salir la procesión. El niño al igual que el padre quería llegar a ser costalero de mayor. Ante la gran afluencia de público, el niño se perdió y apareció bajo el trono muerto, con una angelical sonrisa.

Dice la leyenda que su espíritu revolotea inquieto en las naves de la iglesia en compañía de un coro de traviesos angelillos, custodiando la imagen del Cristo Nazareno.

La Casa del Ahorcado (calle Gradas de Santo Domingo, 38)

Cuentan que existía en Úbeda una joven doncella que fue cortejada por importantes señores del entorno, ya que era muy hermosa e inteligente. Sin embargo, estaba prometida en secreto al caballero Pero Gil.

Gil se fue a combatir contra los moriscos y durante largos años, la joven doncella, desconocía si estaba vivo o muerto. No obstante, se mantuvo fiel a su amor y rechazó todas las propuestas de matrimonio, aunque era continuamente presionada por sus padres y amigos para que eligiera ya pretendiente. En ellos estaba don Rodrigo Chaves, afincado señor feudal que contaba con los privilegios y la amistad del regidor de la zona.

Ante las negativas de la doncella, una noche la guardia de don Rodrigo atacó la casa familiar y secuestró a la muchacha. Por mucho que la familia acudió al regidor, dada la amistad que lo unía con el secuestrador, no acudió en su ayuda.

Es entonces cuando el padre de la joven viajó a Algeciras, lugar donde se encontraba don Pero Gil y, éste ante la temible noticia, volvió a Úbeda para pedir justicia. Primero acudió al regidor de la zona, el cual no le ofreció su ayuda y después, se tomó la justicia por su mano.

Un día, Pero Gil y un grupo de caballeros, entre los que se encontraba el rey Pedro I, asaltaron la casa del secuestrador. En ella exigieron a don Rodrigo liberar a la doncella. Ésta estaba demacrada, despeinada y con los vestidos hechos jirones.

La doncella le suplicó al rey su muerte, ya que había manchado la deshonra de su familia. Al rey se le ocurrió una idea mejor. Casó a la doncella con su secuestrador y, tras la ceremonia, ordenó que éste fuera colgado en la ventana más alta de la casa. Después de su ejecución, el rey se la entregó a don Pero Gil.

Debajo del cuerpo del criminal, el rey hizo que se escribiese la siguiente fase: “Así castiga el rey a sus enemigos”.

En Baeza

Torre de la Catedral de Baeza

La torre de la Catedral de Baeza tiene una columna en cada esquina, de manera que uno de los fustes queda oculto por la fachada del edificio. De las tres columnas visibles, una está perforada. Cuenta la leyenda que aquella persona en edad casadera que pase la mano por esa columna una noche de luna llena, se casaría en el periodo máximo de un año.

Toros ibéricos de Guisando

El pueblo de Baeza, para conmemorar la victoria de los ejércitos de Julio César contra los pompeyanos al mando de Tito Labieno en la batalla de Munda (año 45 a.C.), construyeron unos toros de piedra que se colocaron en la jurisdicción de Baeza junto a las orillas del río Guadalimar. Éstos permanecieron en dicho lugar durante unos 1300 años, hasta que en la dominación árabe, el Emir Abén Jucef, al vencer a los cristianos en la batalla de Alarcos, dispuso el traslado de estas esculturas a el cerro de Guisando, en el término municipal de El Tiemblo, en la provincia de Ávila, de ahí el nombre de los toros.

Casualmente, en los últimos años ha aparecido un toro idéntico a los de Guisando en el yacimiento arqueológico Gil de Olid ubicado en la terraza de un meandro del río Guadalquivir, próximo al núcleo de Puente del Obispo, población cercana a Baeza.

El milagro de la legión 12ª

La religión cristiana había calado tanto en la sociedad baezana que los lugareños rezaban para que su ejército ganase las diferentes batallas a las que se enfrentaba. De este modo, Marco Aurelio ganó contra los Sarmatas, Quedos y Marcomanos. Es por ello, que a la legión baezana se la llamó “La Fulminatrix” (La Fulminadora).

Cruz de la “Asomá”

La Cruz de la “Asomá”, ubicada a la salida de Baeza hacia el camino de Begíjar, se erguió en recuerdo a la legendaria “cruz milagrosa”.

Según la memoria popular, el asedio de Baeza produjo cortes en el abastecimiento de agua y breves ataques que se cobraban la vida de algunos y minaban el ánimo de los demás. Pocos eran ya los cristianos que resistían esperando una ayuda de Alfonso VII que no llegaba. Quedaron en la ciudad poco más de diez hombres y unas pocas mujeres, así que decidieron huir sigilosamente.

Pero para retrasar la caída de la ciudad pusieron las herraduras de sus caballos al revés, para que los moros pensaran que eran diez caballos los que entraban, no que salían. Así lo hicieron y los musulmanes cayeron en la trampa, ya que al imaginar que habían llegado refuerzos, no atacaron ese día.

Por su parte, los cristianos acamparon por la noche fuera de peligro. De repente el vigía dio la voz de alerta al ver la silueta de una cruz brillante. Todos la vieron y, creyendo que era una señal divina, volvieron a entrar en la ciudad.

Los moros pensaron de nuevo que recibían más refuerzos, y al ver que eran los cristianos, huyeron de Baeza. A partir de ese momento, la ciudad se declaró como cristiana. Además, se levantó la Cruz de la “Asomá”. Asimismo, dicha cruz milagrosa aparece en el escudo de Baeza.

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Dos Ciudades Patrimonio de la Humanidad

Ubicadas al sureste de Andalucía, se las compara con ciudades italianas porque cuentan con un espléndido conjunto monumental compuesto a base de palacios e iglesias renacentistas del siglo XVI y XVII.

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